En la segunda mitad del siglo XIX se empezó a utilizar la electricidad a gran escala en las factorías, y también la máquina de vapor y el motor de explosión. El uso que se ha hecho de la energía durante el siglo XX y principios del XXI es excepcional en la historia de nuestra especie.
En este período de tiempo ha aumentado el consumo de
energía en todo el mundo casi diez veces, mientras que la población
se ha multiplicado por seis y, desde los años sesenta, el consumo de energía en
el mundo se ha triplicado. Este creciente e imparable aumento de
la demanda de energía se satisface con la explotación de los recursos fósiles
del planeta (petróleo, gas natural, carbón...), ya que casi cuatro quintas partes de la energía consumida por el
ser humano procede de ellos.
La generación y utilización de cualquier tipo de
energía supone un efecto sobre el medio ambiente. El impacto ambiental generado depende del tipo de
proceso de obtención de la energía y de la tecnología usada para consumirla y
transformarla.
Algunos recursos energéticos
pueden ser utilizados por los consumidores directamente, pero otros exigen un
proceso previo de transformación. La obtención de éstos puede tener
consecuencias desfavorables para la conservación del medioambiente.

La minería del carbón, por ejemplo, disminuye la
calidad de las aguas. Otros
impactos relacionados con la minería son el ruido provocado por el uso de la maquinaria pesada, la contaminación
atmosférica debida a las partículas, las importantes extensiones de terrenos
ocupados, el movimiento de tierras, las instalaciones para el tratamiento de
los materiales, etc.
La tercera parte de la generación
de energía eléctrica en Europa es de origen nuclear y, por tanto, la
problemática de la minería de uranio es un tema de gran importancia.
En esta minería de extracción, se liberan gases y se generan residuos radiactivos, que crean
problemas para ser almacenados, ya que exigen tecnologías muy caras y
condiciones de seguridad muy estrictas.
En cuanto al aprovechamiento de la fuerza hidráulica,
el principal problema ecológico y ambiental es el gran tamaño de algunas de sus instalaciones (las grandes centrales
hidroeléctricas), que a veces afectan a los ciclos naturales de los ecosistemas
acuáticos, y varían el caudal de un río.
La mayoría de los productos energéticos que se consumen en
la vida cotidiana, como por ejemplo el butano, el gas natural, los
combustibles líquidos (la gasolina, el gasóleo...), y la electricidad,
provienen de algunos de los recursos energéticos que se obtienen de la Tierra,
como el petróleo, el gas natural, el carbón, etc. Estas fuentes de energía son tratadas en plantas o instalaciones,
donde se transforman en productos derivados o en electricidad, y estas
instalaciones también tienen un impacto sobre el medio que las rodea. Algunos
ejemplos de este hecho son las refinerías, que disminuyen la calidad del agua
que utilizan, las grandes centrales térmicas y las
instalaciones mineras. Los principales contaminantes
son, entre otros, compuestos como fenoles, amoníaco, cloruros y sulfuros, y
también hidrocarburos y diversos tipos de aceites.
En nuestros desplazamientos, utilizamos tanta energía o más, que la que usamos en las viviendas. La manera de viajar más económica es el transporte público: el autobús o el tren consumen, aproximadamente, la mitad de la energía que un automóvil particular, pero lo que también es muy importante es que contaminan menos. Un buen aprovechamiento de los transportes públicos de una ciudad permite reducir el número de automóviles que circula y así se reducen las emisiones de gases tóxicos y la polución. La polución en las grandes ciudades es un problema grave que, incluso, ha hecho que en algunas se haya restringido el uso del automóvil particular.